La cuevas de Kavak

Hace un día hermoso en el aeropuerto….. un aeropuerto pequeño de donde solo salen avionetas, y el corazón late fuerte, como siempre que me subo en un avión, y lo mejor es que no es miedo!!! es una gran emoción de poder volar…. y casi se sale el corazón cuando caminando por la pista descubro que una pequeña avioneta será nuestro corcel hasta tierras sagradas de montañas antiguas, pemones y saltos de agua…. y ya no quepo en mí cuando me toca el puesto de copiloto….. un avión de 5 pasajeros, no puedo pensar nada mejor para iniciar ésta aventura…
Pronto este corcel blanco con alas fuertes toma velocidad como si quisiera escapar de la realidad de la ciudad para internarse en un paisaje más hermoso, y surcarlo flotando, como un águila, como un Pegaso, con la suavidad que permite el movimiento delicado de las alas, y al mismo tiempo con los movimientos que nacen de enfrentar la briza, de rosarla, de vibrar junto a ella por un contacto tan cercano que le permite seguir arriba, y de pronto, dejamos a atrás lo conocido, lo cotidiano, y nos internamos en un fondo de verdes infinitos, solo interrumpidos en nuestra vista por formas de serpientes gigantes que retorcían sus cuerpos formando caminos de agua…. y más adelante un mar…… de aguas dulces en vez de saladas, de arenas blancas…. con miles de islas…. un mar gigante, que no terminaba, y al que llaman Guri….. que esconde la potencia de la energía pura, que se encuentra retenido como un potro joven y salvaje, que solo obedece a una fuerte rienda, pero que siempre está atento a la oportunidad de obtener su libertad, y que al dejarlo libre corre, corre con el corazón, dando vida a un país, haciendo historia cada día, proyectando una trasformación que solo se puede imaginar en las historias más osadas de ciencia ficción, la furia de la caída del agua convertida en electricidad….
El vuelo seguía, y veíamos de camino los miembros menos conocidos del macizo Guayanés, y sus nombre se nos iban revelando en el camino…. y de pronto, apareció el imponente Auyantepuy, una pared rocosa que parecía querer tocarnos, arropada en sus faldas por blancas nubes que no dejaban ver su inicio, pero sobresaliendo de ellas para que pudiéramos admirar su grandeza, sus formas irregulares producto de miles de años de historias, que asemejan a las arrugas de un viejo sabio, que ha crecido en edad y experiencia….
Nuestro vuelo a su lado se sentía tranquilo, como protegido, desde allí había un aire de bienvenida….. nuestro camino siguió, ahora escoltados por la montaña, flotando sobre blancas nubes, a lo lejos aún el inmenso verde….. aún las curvas jugueteando y haciendo formas caprichosas…… aún la vista de hermanos Tepuyes…..
Pronto avistamos el campamento….. una pequeña pista de tierra esperaba ansiosa el retorno de su alado, para abrazar sus extremidades en el aterrizaje, y hacerlo suave como la tabla de un surfista experto que se desliza sobre el mar, hasta que se detiene cerca como un caballero, dejando firmes sus alas para dejarnos bajar como invitados de honor de aquel paisaje de sabana y tepuyes, sobresaliendo uno de manera imponente, cercano, nuestro destino, el que albergaba mil historias, pero sobre todo un millón de paisajes, el que nos quitaría el habla, porque solo la contemplación puede tener cabida en sus paredes, en sus caídas de agua, en sus gargantas, en sus verdes, en la fuerza de su armadura de piedra…..
Y fuimos trasladadas hasta lo que será nuestra morada los siguientes días…. la choza más cercana al Tepuy, hecha de arcilla, del fruto de la tierra, como una extensión de ella, y solo para hacerlo más perfecto, un par de hamacas que te permiten mecerte con la más imponente de las vistas….. Como una gran roca, forrada de verdes, pero no homogénea, salpicada de piedras, de arbustos, distribuidos en forma caprichosa, mostrando su cara libre, sin patrones, sin ataduras….. Y sobre ella una cinta de colores, un arcoíris que en su nacimiento nunca fue más cierto la existencia de un tesoro, una joya de la naturaleza….
La energía se siente en el ambiente, tanto que apenas si recuerdas que tienes que comer…. y nos invitaron a la mesa, una familia hermosa manejaba el servicio en aquel lugar, somos tan pocos que se siente como un encuentro entre amigos, la mesa llena de colores, los colores que dan los vegetales y las frutas, colocados en armonía en una vajilla de taparas y cestas de mimbre, colocándote en el lugar….
Luego a reposar… pero sin querer cerrar los ojos…. Sin querer perder un minuto del paisaje, solo meciéndonos en aquellas cunas tejidas a mano y tratando de articular palabras que puedan estar a la altura de lo que nuestros ojos tienen enfrente.
Y se acerca un pemón, quien será nuestro guía, un indígena de piel rojiza simulando las largas horas de sol, de larga y liza cabellera color negro como la noche de luna nueva y un rostro que trasmitía mucha fuerza de espíritu y una gran paz, una persona enamorada de su tierra, que estaba dispuesta a mostrar el milagro del paisaje que lo rodeaba, un hombre íntegro enamorado de la energía de la sabana…. Lleno de historias, algunas vividas pero la mayoría aprendidas de sus padres y ellos de sus padres, dispuesto a transmitirlas con detalles, demostrando en el camino que son verdad, que sus vivencias aunque fantásticas a los ojos de los citadinos ocurrieron en esas tierras donde la magia se despierta cada mañana con el sol y solo va a dormir cuando el último hombre cierra sus ojos para descansar….
Seguimos sus caminos, los creados por historias diferentes, por razones diferentes de conocer este paisaje perfecto, y las sendas eran finas, delicadas, buscando no alterar la libertad del paisaje, y la excusa de una foto nos permite detenernos, para descansar, para disfrutar….. y escuchar a la montaña, que tiene tanto que decir al que decide callar, al que decide atento escuchar,…. porque callar es la más grande muestra de humildad ante aquel espectáculo, es la demostración de abrir nuestros sentidos a todo lo que estábamos por recibir….
Y la fauna se acerca curiosa ante los nuevos visitantes, para mostrarnos colores, los verdes de la langosta, el mensaje de vida que ofrece el nido de un periquito que solo abandona a sus crías para buscar alimento, pero que permanece cerca y envía sonidos amenazantes a los que osan acercarse, demostrando en la naturaleza el cariño de una madre que vemos a diario en nuestras vidas… y la caminata sigue, en ascenso hacia una dulce melodía que nos acompaña, las risas de un río que viene cargado de lindas imágenes, y que seguirá camino por la sabana hasta reunirse con aquellos laberintos de agua que dejamos atrás….
El paisaje parece ahora cerrarse, llegamos a la falda del Tepuy, dos paredes gigantes marcan ahora el camino que guía a una nueva naciente de agua, con murallas naturales rojizas, marrones,… con aguas heladas que invitan a refrescarse, a dejar a un lado el calor del sol para zambullirnos en pozos cristalinos, pozos que parecen acompañarse, que muestran lizos fondos cubiertos de pequeñas piedras de muchos colores, que han sido formadas con el paso del agua, que han recibido el cariño que suaviza hasta la más dura de las rocas, porque todo se rinde ante el paso continuo y delicado de la mano delicada del agua, que asemeja a una pareja que lucha por conquistar a su amada, de a poquito, insistiendo, sin quebrar, con suavidad…. y vemos hacia arriba una escalera de agua, que crece casi al cielo, y que invita a subir, a explorar sus escalones, a recibir ahora si el poder controlado del agua cayendo en tu espalda, como firme masaje relajante, que te hace sentir aún más viva….
Y decido subir, a coronar la naciente de la escalinata, moviéndome con cuidado por terrazas, hasta conquistar la cima, por la razón que ha permitido al hombre lograr triunfos y retos, porque puedo, porque la curiosidad suele pesar más que la razón, porque la grandeza nos atrae…. La vista desde arriba te da sensación de libertad, de dominio del paisaje, te sientes como el águila en su vuelo, que demuestra en sus elegantes movimientos la seguridad del que conquista a diario aquello para lo que nació, las ramas más altas de los arboles están a tus pies… y los que no se atrevieron se ven pequeños abajo, y saludan y te sientes grande, y solo puedes sonreír…….
De regreso al camino, a buscar donde nace el río, caminamos junto a él, y nos muestra cómo se divierte cada día como si fuera una tarde de recreo, porque a su camino, para cruzar los obstáculos colocados de forma juguetona por las rocas en el camino, y juegan a pasar, por debajo, por arriba…. Sus paredes parecen fabricadas por artesanos de la piedra, que manejan la inspiración de canalizar los espejos que se forman en el agua cuando en alguna zona se detiene y se acumula, para reflejar el cielo azul, y las ramas de los sauces, y las aves que cruzan…..
Caminando se ve a lo lejos lo que parece una laguna, no un pozo….. Parece una garganta, pero estamos abajo, nos rodean sus paredes cubiertas de raíces, de verdes musgos y enredaderas, que gotean, como si dejaran caer síntomas de emoción por los visitantes que llegan, dejan que apenas entre el sol a curiosear, y parece el fin del camino, pero es en realidad el inicio…..
Nos toca seguir nadando, una cuerda indica el camino, solo hay que nadar unos metros, el agua está fría, porque se oculta siempre del sol, porque es tímida y prefiere la nostalgia y protección que le ofrece la sombra, pero la emoción de la vista nos mantiene calientes, y al acercarnos a las rocas, se abre una nueva ruta, que aparece de la nada, que hace de aquel lugar una ilusión, como en un espectáculo de magia, la tierra parece abrirse frente a nosotros, y seguimos el camino, un camino angosto, el agua ahora por la cintura, a trozos toca otra vez nadar y las paredes se van cerrando….. ya puedo tocar con facilidad ambas paredes extendiendo mis brazos, siento que al tocarlas al mismo tiempo se conectan….. Como si lucharan cada día por besarse, por cerrarse en una sola y mis manos y mi cuerpo pudieran lograr eso por un instante, como si pudiera conectar esas emociones, la energía de la roca pasando a través de mí, en ambas direcciones…..
Están tan juntas que apenas dejan entrar al sol, todo es un poco oscuro, pero la vista se acostumbra….. y puedes ver hacia arriba y descubrir entonces a lo lejos que los arboles cumplen con el capricho de unir a estas inmensas paredes, que se cruzan en mil formas, que se tocan constantemente con el impulso del viento, aquel viento que es también cómplice y lo entiendes, y compartes su emoción…
Al fondo una luz que parece la salida de esta cueva, pero escuchas la fuerza potente del agua que te llama, y aceleras el paso, todo lo que la lisa superficie de las rocas te lo permiten, hasta que tienes que frenar….. Estoy debajo de una nueva garganta inmensa, miles de litros de agua cristalina caen con fuerza frente a ti, y recibes el rocío en forma de caricias… y te quedas sin palabras, casi sin aliento, y temes que tu cámara no sea capaz de captar tanta belleza, que no puedas captar la fuerza que se siente en el lugar, la energía……..
Solo deseas acercarte más, caminas a través de las piedras, también esculpidas por el artista agua, que deja huellas, que marca el tiempo, y pronto se siente profundo, y ya no tocas, y tratas de acercarte pero la fuerza del agua te regresa, como jugando con tus capacidades, como retándote, como alertándote del peligro que significa estar en el centro de esa inmedible fuente de poder, y lo intentas de nuevo, hasta que te rindes, y lo aceptas y disfrutas de la fuerza y te sientes parte del agua que arrastra, y no te quieres ir, no quieres dejar de sentir….. te llevas para siempre la imagen de aquella cueva, de la historia que te cuentan sus paredes, en forma de lisos escalones, de la increíble demostración de fuerza, y te sientes pequeña, y eso saca en ti una sonrisa, porque te sientes cuidada, porque su fuerza te aleja del peligro y te deja disfrutar de zonas calmas…. Por primera vez cierras los ojos, para escuchar, para sentir la fuerza del aire, la música que crean los instrumentos de la naturaleza, al mezclarse viento y agua, aquel viento que se mueve al ser desplazado por la fuerza del agua, y sientes las gotas en la cara y es perfecto…..
Y el sentirte parte de esta historia es como si recibieras de pronto un don, el de volar en tu interior más allá de lo visto, o escuchado, o sentido, de vivir la naturaleza más allá de lo que habías aprendido hasta hoy, de abrir tu horizonte al captar las cosas desde una increíble unión entre la mente y el corazón, como si nacieras a una realidad que siempre ha estado allí pero no sabías como conectarla … y ya no se irá, y vivirás con más intensidad desde hoy…

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